jueves, 27 de noviembre de 2008

barroco

ALONSO CANO




Su padre, Miguel Cano Pacheco, era un prestigioso ensamblador de retablos de origen manchego. Junto a él y su madre villarrobletana, la profesora de dibujo María Almansa Pacheco, Alonso aprendió sus primeras nociones de dibujo arquitectónico y de imaginería, llegando a colaborar tempranamente en los encargos de su padre, pues muy pronto sus progenitores comenzaron a descubrir su enorme talento.
En
1614 se traslada a Sevilla, donde aprende pintura de la mano de Francisco Pacheco, maestro de Velázquez. En 1624, dos años antes de obtener el título de Maestro Pintor, realiza su primer cuadro, un San Francisco de Borja con la inconfundible huella de Pacheco. Fue durante varios años compañero de Velázquez.
Sus obras fueron una mezcla entre el
manierismo italiano y el Barroco. Sus dibujos fueron de lo más destacado de su obra. En una época en la cual dominaba el tenebrismo, él fue capaz de ser colorista en sus trabajos.
En
1629 hizo su obra más grandiosa, el Retablo del Altar Mayor de la Iglesia de Santa María de Lebrija (Sevilla). Otras de sus pinturas destacadas son Milagro del Pozo, San Francisco de Borja, Retablo del Altar Mayor de la Iglesia de Santa María de Lebrija, Retablo del Niño Jesús de la Catedral de Getafe.
En
1627 muere, al parecer de parto, su primera esposa, María de Figueroa. Vuelve a casarse en 1631, esta vez con Magdalena de Uceda.
En
1638 se traslada a la capital, donde el valido de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares, le nombró pintor de cámara. Estuvo de paso por la corte madrileña, donde tuvo contacto con las colecciones reales y la pintura veneciana del siglo XVI.
Como escultor, sus obras más famosas son el retablo de Nuestra Señora de la Oliva en la iglesia de
Lebrija, y las figuras colosales de San Pedro y San Pablo.
Como imaginero Cano ha dejado numerosa obras de arte, entre la que destaca su conocida Inmaculada del facistol de la Catedral de Granada, obra maestra realizada en 1655 en madera policromada de apenas 5
dm de altura, que por su finura y virtuosismo pronto fue trasladada a la Sacristía, para protegerla mejor y a su vez favorecer su contemplación.

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